martes, 7 de agosto de 2007

Another one bite the dust


Todo hincha, de aquellos bien nacidos y con el corazón en forma de pelota tiene la esperanza de ver a su escuadra ganadora, consagrada en lo más alto de un torneo, o bien ser campeones en alguna de las diversas competencias que tenga en un año calendario. Es así como secretamente y semana a semana renueva el compromiso constante de ver a sus colores en cualquier estadio, cancha o potrero donde este juegue, en pos de alcanzar ese afán tan loable y noble como es la victoria. Sin embargo, existe un sentimiento, o mejor dicho un gran resentimiento por parte de todos los amantes de alguna camiseta, algo oculto que se enraiza en las entrañas de cualquier pelotero...

Ver al archirrival, al enemigo máximo caído royendo el amargo sabor de la derrota.

Así es como la felicidad del hincha furibundo esta completa, no hay bocado más sabroso que el de la venganza deportiva, ver a tu equipo en la cúspide, ser el mejor mientras que tú clásico rival se revuelca en el barro perdiendo una y otra vez, incluso hasta llevarlo al descenso de categoría. Es que esta perversión tiene su asidero en que el fanático que se desgarra la garganta todos los fines de semana, desea enrostrarle al "enemigo" la calidad de sus jugadores, su entrega a la camiseta, la buena plana directiva que lo compone, la calidad de sus hinchas e incluso en ocasiones se da el lujo de dar recetas para que el archirrival pueda surgir y dejar tan amargos derroteros.

Pero, ¿que pasa con el reverso de la moneda? si bien es cierto generalmente se ve la parte del ganador (que es la importante, puesto que es aquella que entra en las estadísticas por mucho que estas al momento de la verdad no jueguen) existe siempre un gran perjudicado, que es el hincha del equipo contrario, el antagonista por excelencia. Resulta pues, amable cibernáuta, que este hombre se convierte en un verdadero mártir pelotero cuyo calvario revive semanalmente ya sea en la cancha misma observando el magro desempeño de su equipo, en su lugar de trabajo, café (con o sin piernas), cuchitril de mala muerte, almuerzo familiar y en lugar alguno donde tenga amigos o conocidos de la contra triunfadora. Por esto, junto con sufrir una merma sensible a su autoestima, comienza a desarrollar cierta intolerancia a su medio ambiente (léase la "iñora", los niños, los colegas y en general, el mundo), sufre de depresiones continuas y constantes y lo que es peor, llega a desarrollar en su psique ciertos rasgos paranoides que le impulsan a vivir pegado al walkman en el estadio (para los más antiguos, la radio a transistores portátil) o con el control remoto en casa, esperando el tropiezo o de frentón una caída que empañe tanta gloria obtenida por el enconado rival. En definitiva, al sufrir las magras campañas de su equipo, al ver como se desbandan fecha tras fecha y el pozo creado por jugadores, cuerpo técnico y directivos es cada vez mas amplio, concentra todas sus energías, ruega al cielo y pone a los santos de cabeza para que ellos, aquel némesis perverso no logre sus objetivos, no importándole quien gane que partido o torneo...MIENTRAS NO SEAN ELLOS.

Lo que parece descabellado para un hombre medio medianamente normal, esta plenamente justificado por el amante del fútbol, ya lo dijo bien años atrás José María Aguilar, Presidente de River Plate quien, ante la seguidilla de títulos obtenidos por Boca Jrs. señalo a la prensa que ya no podía tener (sostener) relaciones sexuales puesto que ver al cuadro xeneise ganándolo todo mientras ellos se sumían en derrota tras derrota, le impedían tener una vida sexual armoniosa. Este caso no es el único, así se puede ver como los hinchas del Real Madrid tuvieron que comerse sus millones de dólares y constelación de astros (léase galácticos) para ver como el Barcelona de la mano de dos jugadores despreciados por el cuadro merengue (Ronaldiño y E`to) campeonaban por toda Europa. O la triste vida que llevaron por más de 15 años los hinchas del Ínter de Milán quienes veían como se les escapaban títulos nacionales en el último minuto mientras el cuadro rossonero (y compañero de estadio) del A.C. Milán no paraba de ganar. Peor son los casos de Racing Club de Avellaneda y Newells`Old Boys de Rosario, el primero fue condenado al descenso (año 1983) en su propia cancha a manos de Independiente perdiendo con un gol anotado en los últimos minutos por el mayor ídolo del equipo rojo: Ricardo "bocha" Bochini. El segundo, en cambio desde el año 1971 ha tenido que sufrir las constantes molestias por parte de la hinchada de Rosario Central, pues, todos los 19 de diciembre de cada año los "canallas" llevan a cabo la celebración del gol que Aldo Pedro Poy (recreando la famosa palomita con el mencionado) le convirtió al cuadro "leproso"y que de paso, le otorgó boletos a la final del campeonato que a la postre ganaría el cuadro de Central.

La situación del flagelo mental o vía crucis sostenido que debe enfrentar el hincha del equipo que no gana y ve como el pasto esta más verde en el patio del lado se grafica a la perfección en el libro "Manchester United Ruined My Life", escrito por Colin Shindler, quien pasa de ver a su equipo (el Manchester City) como campeón de la liga inglesa a un cuadro sumido en una espiral descendente, mientras el archirrival el "United" comienza a renacer de las cenizas que quedaron luego del accidente aéreo sufrido por sus jugadores y el descenso a la 2º división que tuvieron que enfrentar. A lo largo de sus páginas, se ve como el adolescente rabioso da lugar al hombre rencoroso que atribuye una parte importante de sus fracasos a nivel personal a la existencia del equipo que hace de local en Old Trafford, y que a medida que los éxitos deportivos y financieros llenan al mencionado, su club se hunde aún más en los pantanos del ascenso. Así, la meta en la vida de este hincha toma un rumbo exclusivo el cual busca ver algún día a su club nuevamente en 1º división y si, la suerte le acompaña, ver destruido todo lo que tenga relación al equipo rival, para sentir aunque sea por un torneo o campeonato, ese sabor de la dulce venganza.

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