viernes, 3 de abril de 2009

La Pasión del Pueblo

Amables cibernautas:

Después de un hiato de que sobrepasa al mes causado especialmente por hechos laborales, académicos, sentimentales, económicos, deportivos (¡gracias a las pichangas de los martes contra los viejos cracks por favores concedidos!) este sitio ha vuelto a su normal y común funcionamiento para el deleite de sus seguidores y el berrinche de los detractores. Por mientras que me encargo de rescatar viejas notas que quedaron inconclusas y una que otra historia que haga delirar al respetable, les dejo este trailer de regalo. Una de esas raras joyas que se encuentran de tanto en vez en nuestra cinematografía nacional, que conjuga de manera notable la pasión de un país enmarcada en su seleccionado nacional con un ojo imparcial como es el de la cámara que lo registra todo sin intervenir con preguntas o relato alguno. Por esto, póngase cómodo, consiga un snack o bebida refrescante y emociónese con "Ojos Rojos" una película documental que retrata la debacle sufrida por Chile en las clasificatorias para la Copa Mundial de Alemania 2006 y del resurgimiento de la esperanza de la mano de Bielsa y sus muchachos. Para mas información visiten el sitio: http://www.documentalojosrojos.com/. Saludos totales y disfruten.




lunes, 12 de enero de 2009

Aquellas Lágrimas Que Derramé Por Tí

El otro día, almorzando sanamente con un queridísimo amigo, luego de una ardua jornada de trabajo y previo a un merecido piscinazo, salió a relucir el tema recurrente en nuestras veraniegas tardes: El amor y sus ramificaciones (tengo que aclarar al respetable cibernauta, que mi amigo - de quien me reservare su nombre y apodo - está total y plenamente embelesado por una fémina que le ha hecho perder el sueño y lo tiene suspirando cada 30 segundos) así empezaron a saltar tópicos a la palestra, viejos amores, muchos recuerdos, algunos gratos y otros no tanto. En uno de esos momentos, mi socio me miró y me pregunto con la seriedad que ameritaba el tema:

- ¿ Y tú has llorado por una mina (sic)?

- Demás que sí - Fue mi escueta respuesta.

- Pero...¿por cuales lloraste?

- La verdad...Por varias pero sinceramente no recuerdo.

- Para -contesto un poco extrañado - Uno se acuerda de esos llantos, o por lo menos los tiene presente.

- Si, eso es verdad, pero en serio...No tengo una noción de eso...Prefiero suprimirlo antes de seguirle dando vueltas (Tras tamaña mentira, traté de mantener el mayor rictus de sinceridad y honestidad, lo cual fue demasiado difícil, es que cae por su propio peso el hecho que, cuando uno ha querido mucho y sinceramente a alguien no sentir un dolor o malestar en el corazón por su partida o la inminencia de esta, un verdadero luto por aquella persona a quien se ha querido y que ya no esta más)

Acto seguido, luego de un silencio, lo mire y repliqué cambiando el tema violentamente:

- Lo que si me acuerdo perfecto son las veces que he llorado en un estadio...

Su mirada extrañada dio paso a una de esas carcajadas sinceras, que llenan un espacio físico por completo, de esas con las cuales hasta uno se contagia y podría reírse por horas de no ser por la falta de aire, dolores abdominales y alteraciones al sistema excretor (gases, micciones y demases), así luego de que mi propia risa se detuviera lo mire y le pregunte:

- ¿Acaso nunca has llorado en un estadio?

La pregunta, un tanto ofensiva para un hombre pelotero como él, lo llevó a darme una respuesta seca e inmediata:

- El día 4 de diciembre de 1994, cuando el "Matador" Salas, le hizo el gol en el minuto 38 del segundo tiempo a la Católica. (La mención de mi amigo era al clásico universitario disputado ese año que definió prácticamente al campeón de Chile, el cual fue la U tras 25 años de sequía), creo que fue la única vez que me ha pasado y con justa razón...

Llorar, para nuestra cultura latinoamericana, machista y falocentrica, es muy mal visto en un varón, es un tema reservado para mujeres y niños, es un atentado a su virilidad, una muestra patente de debilidad para mentes retrogradas que tienen un concepto muy errado de ser hombre, afortunadamente este criterio a ido variando de a poco, por lo menos en nuestro país. A pesar de aquello, la sociedad aún le da muy pocos espacios al macho recio pelo en pecho para poder expresar su dolor libremente o su sentir en algún momento determinado; ya sea ante la lamentable pérdida de un ser querido, ante una situación que le cause una alegría u orgullo inconmensurables (un matrimonio, un bautizo, el nacimiento de un hijo, etc) dejando reservado para momentos de intimidad los demases llantos como si se tratara de algún vicio perverso o prohibido el desahogarse de vez en cuando. Uno de los pocos espacios públicos que jamás se ha vedado a esta práctica son los campos deportivos, en especial los futbolisticos, y no solamente por que sea el deporte más importante en el mundo entero, sino por todas las pasiones que desata en gentes de las más diversas edades. Es en los diversos estadios del orbe que niños, adultos y ancianos convierten el llorar de un hecho vedado y censurable dentro de la naturaleza masculina a un acto de verdadera gallardía, que se torna más importante al ser colectiva puesto que la manada de machos comulga de igual forma ante las emociones que se plasman en la cancha y se proyectan hasta las gradas. Demás esta sacar a colación los manoseados tópicos de que el fútbol libera tensiones y saca al animal interno de cada ser humano convirtiéndolo de paso en una fuente inagotable de puteadas y maldiciones surtidas contra la humanidad en general, que es una terapia excelente contra el strees y que plasma los deseos de triunfo y de éxito que por A, B o C motivo la vida cotidiana priva, puesto que lo comentado va más allá, ya que es la sensación que a través de un deporte se puede llegar a tener un nivel tal de emotividad que quiebra ideas pre concebidas y permite a seres totalmente "insensibles" conectarse de una forma -bizarra si se quiere- con sus emociones.

Y es que, seamos honestos, el fútbol da pie para que verdaderos cavernícolas con un corazón tan frío como una piedra sientan rodar la tibieza de una lágrima por la mejilla, que tipos pseudo barrabrava, alienados por la violencia y sus problemas (familiares, espirituales, laborales, sexuales y un largísimo etcétera) se quiebren por instantes, que hombres de edad curtidos por la vida y la experiencia cierren los ojos para evitar que su llanto escape incontrolable de los ojos. Es que todo se resume a que en la vida de un pelotero un gol en el último minuto, un título perdido, una jugada maravillosa o bien el dolor de la derrota se mete directamente en el alma de aquél ser (si amable cibernauta aunque usted no lo crea, el pelotero TIENE alma) causando ese estrago químico que se llama sentimientos, desatándolos a todos y cada uno. De verdad, habría que tener el corazón gélido (o francamente no tener corazón) y nada de sangre en las venas para no sentirse conmovido ante ciertas imágenes de nos entrega el deporte más bello del planeta, sino ¿Cómo se explica el llanto desaforado de Diego Armando Maradona y de cientos de miles de argentinos al ser derrotados en la final del Mundial de Italia `90? o el dolor sufrido por Samuel Kauffur quien lloraba y golpeaba el pasto del Nou Camp desconsolado ante la derrota en el último minuto del Bayer Munich frente al Manchester United en la final de la Copa de Campeones del año 1999? ¿Cómo pedirle a los hinchas de Racing Club de Avellaneda, nuevos y antiguos, que no se emocionaran ante la obtención del campeonato de apertura argentino del año 2001 luego de 35 años de fracasos? ¿Cómo no sentirse conmovidos por el dolor de los paraguayos al ser derrotados en el Mundial de Francia `98 al minuto 112 con un gol de oro convertido por los dueños de casa, y el posterior acto de gallardía de Chilavert al parar uno a uno a sus jugadores que dieron todo en la cancha?, ¿Como se habrán secado los rostros por el sudor y el llanto aquellos hinchas del Liverpool al ganar la Champions League del año 2005 tras ir perdiendo 0 a 3 con el A.C. Milán?.

Nuestra realidad, pobre de momentos de gloria nos a brindado episodios dramáticos y alguno que otro brillante a más no poder que se han mnetido hasta el fondo del espíritu del hincha o fanático de cada club y de la "roja de todos". Así, recuerdo la desazón que invadió a los hinchas de la Universidad de Chile al descender a la 2º división del balonpie local por primera vez en su connotada historia y con posterioridad la gloria alcanzada el 18 de diciembre del año 94 en un pueblo minero como El Salvador, que se lleno de camisetas azules (y de paso dobló la cantidad de habitantes de aquella ciudad), las sensaciones vividas ante la distinción alcanzada por Colo-Colo el año `91 con la obtención de la Copa Libertadores o la rabia que debe haber arrancado más de una lágrima en aquella historiada final del año 1973 contra Independiente de Avellaneda, la pena (más que comprensible) que llenó a todos los hinchas de la Universidad Católica, y a la comunidad pelotera en general, ante la muerte de uno de sus jugadores símbolos como lo era Raimundo Tupper, la emoción con olor a mar que lleno de goce a los hinchas de Wanderers de Valparaíso el año 2001 y el 2008 (en una final de película) a los de Everton de Viña del Mar al conseguir los campeonatos máximos del fútbol nacional. A nivel de selecciones los goterones que salen sin siquiera proponérselo de los ojos al ver a las diversas selecciones chilenas jugar, sobre todo desde que la cosa parece haberse ordenado y para bien.

Estas sensaciones no solamente salen a relucir en algún partido en vivo y en directo, pueden ser imágenes arrancadas de un pasado más glorioso (y mejor en ocasiones) Así, tengo amigos apegados a lo melodramático y exagerados a más no poder, a quienes les sucede lo descrito al ver algún partido del recuerdo, al revisar una y otra vez en viejas cintas de VHS, recortes de diario, revistas deportivas o cualquier memorabilia que los transporte a ese momento mágico. Si a esto le sumamos elementos tecnológicos (lease Youtube) que contienen archivos en linea y lo complementamos con un buen relato, tenemos una ecuación llena de ojos vidriosos y voces entrecortadas por aquellas emociones revividas, y ojo no solamente hablo de tipos sensibles o más abiertos de mente, incluyo a tipos corajudos, hombres ya hechos y derechos, verdaderos cavernícolas que enrojecen paulatinamente los ojos al recordar imagenes de la "Roja" en el Mundial de Francia o de la Selección Sub- 20 en el Mundial de Canadá `07 y al escuchar las voces llenas de pasión de Carcuro o Ernesto Díaz Correa (de este último, le recomiendo al amable cibernauta que busque el relato del partido Chile - Nigeria por la competencia de menores reseñada previamente para que entienda de lo que hablo) .

Por mi parte, yo reconozco hidalgamente que, por una de las cosas que más he llorado en la vida a sido por el fútbol, desde mi más tierna infancia nunca tuve (o quise tener) mayor freno con el tema y así me deshacía en un mar de lágrimas en la intimidad de la pieza, con la pelota entre las manos, repasando una y otra vez, de forma masoquista, los hechos fuera por las derrotas que uno sufría con los amigos contra los rivales de turno (más aun si eran de otro barrio aledaño al tuyo) o bien los sinsabores que provocaba escuadra de toda la vida. Esto me acompaño hasta ahora, a lo que se conoce como la vida adulta y creo (sin temor a dudas) que me seguirá hasta que pinte canas. Hace poco, sin ir más lejos, para el partido que Chile le ganó a Argentina, por primera vez en la historia de las eliminatorias, desate un mar de lágrimas puesto que JAMÁS había visto a una selección chilena adulta ganarle tan claro a una trasandina y más aún por los puntos. Esa noche, sin lugar a dudas debe ser una en donde sin darte cuenta, los pesares, dolores y sinsabores que te depara el día a día se dejan de lado por un largo trecho de tiempo, esa cálida esa noche, estoy seguro que mis lágrimas no estuvieron solas, sino que se acompañaron con gran parte de los 16 millones de chilenos, ya que al margen de ser un país triste y estar sumido en problemas, existen muchismas personas que sienten la misma emoción y que en contadas ocasiones, la dejan fluir tras 90 minutos de juego.