domingo, 18 de febrero de 2007

La primera vez...


En la vida de las personas, generalmente uno encuentra hechos o acontecimientos que lo marcan, cosas que para algunas personas pueden pasar desapercibidas o no tienen la más mínima connotación, para otras, por el contrario, suelen tener un peso tal que cambia el curso de su vida por completo, cual teoría del caos o efecto mariposa, su existencia queda condicionada a aquel suceso por un tiempo determinado o toda una vida.

Así aquella primera vez, en todo aspecto de la vida (incluso en aquella obvia connotación de la frase...) termina marcándolo a uno a fuego, es el acontecimiento que desencadena miles de otras situaciones que terminan llenando los espacios de aquella persona. Lo dicho se aplica a la perfección al fútbol, sobre todo si es una ilusión generada en la tierna infancia que, cual bola de nieve, crece en el corazón de cada uno, ya sea con una pelota, la camiseta de futbol, la foto con el símbolo del equipo o la figurita de un simple álbum. Bien retrata lo anterior Nick Hornby en su libro "Fiebre en las Gradas" en donde una sencilla invitación hecha por su viejo (posterior a la separación de sus padres) a ver un partido del Arsenal cambia el curso de su vida, llevándolo a señalar que los años -para él- se cuentan por temporadas y que los períodos estivales eran los más dificiles de sobrellevar pues no había partidos oficiales en casi ninguna parte del mundo.

Guardando las proporciones, el caso de quien escribe es similar, mi amor por la pelotita nació a mediados de los 80 cuando mi vieja , como regalo del día del niño (¿10 de agosto puede ser?) me llevo por primera vez al Estadio Nacional a presenciar un Superclásico, por razones que aún desconozco (pero creo que se deben a la falta de oficio que posee mi madre hasta el día de hoy para ir al estadio) quedamos sentados en la galería del equipo rival. A pesar de ese error, el partido aún permanece en mi mente y corazón pues mi equipo ganó aquel día, con un único gol que mis jugadores -atravezando la pista de rekortán- corrieron a celebrar con la hinchada, que levantaba los brazos y desplegaba una vieja bandera que se vio hasta principios de los 90`s en las canchas del país. Desde el frente de aquel bello espectáculo, mi mamá gritaba el gol tan fuerte como yo, nos abrazabamos, saltabamos y reíamos a pesar de los garabatos, diatribas y maníes arrojados por la hinchada rival (el amable cibernauta que pasea por este blog comprenderá que eran otras épocas donde el errar en la ubicación geográfica dentro del estadio no costaba mutilaciones, lesiones graves, leves o bien, la vida de una persona) nada de eso importó finalmente salvo la alegría de aquel día. Así, caminando hacia la casa aquella feliz noche, banderita en mano (otro regalo más de mi vieja linda) con los pasos cortos y la sonrisa de alegría que solo un niño puede tener, no logré percatarme ni comprender el alcance que habría de tener aquel partido, que por los siguientes años cambiaría toda mi vida o al menos, gran parte de mis sábados y domingos.



2 comentarios:

Valentinitz dijo...

Saludos
ya dale ahora si pude leer el post completo y me gustó mucho, en verdad a pesar de que ya había escuchado la historia no me deja de sorprender lo importante que fue esa visita al estadio en tu vida y bueno el lugar que tiene el fútbol en tu corazón, aunque suene cursi. montones de besos , abrazos y cariños.

Anónimo dijo...

Grande al creador del blog!!! Agxante COLO COLO!!!! se nota que eres ALBOADICTO.

Aqui esta mi mail. garrero45_gb@hotmail.com, agregame y juntamos gente para el estadio.

Piño Antimadre, reuniendo albos en la red!!!!!